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segunda-feira, 6 de setembro de 2010

Paul Verlaine, a triste Poesia

PAUL VERLAINE

Poesia



SERENATA

Como la voz de un muerto que cantara
Desde el fondo de su fosa,
Amante, escucha subir hasta tu retiro
Mi voz agria y falsa.

Abre tu alma y tu oído al son
De mi mandolina:
Para ti he hecho, para ti, esta canción
Cruel y zalamera.

Cantaré tus ojos de oro y de ónix
Puros de toda sombra,
Cantaré el Leteo de tu seno, luego el Styx
De tus cabellos oscuros.

Como la voz de un muerto que cantara
Desde el fondo de su fosa,
Amante, escucha subir hasta tu retiro
Mi voz agria y falsa.

Después loare mucho, como conviene,
A esta carne bendita
Cuyo perfume opulento evoco
Las noches de insomnio.

Y para acabar cantaré el beso
De tu labio rojo
Y tu dulzura al martirizarme,
¡Mi ángel, mi gubia!

Abre tu alma y tu oído al son
De mi mandolina:
Para ti he hecho, para ti, esta canción
Cruel y zalamera.




EFECTO NOCTURNO


La noche. La lluvia. Un cielo incoloro que desgarra
De flechas y de torres a plena luz la silueta
De una ciudad gótica apagada en la gris lejanía.
La llanura. Un patíbulo lleno de flacos ahorcados
Sacudidos por el pico ávido de las cornejas
Guiñotean en el aire danzas desiguales
Mientras que sus pies son pastos de los lobos.
Algunos matorrales espinos os dispersos y algunos acebos
Alzan el horror de su follaje a derecha, a izquierda
Sobre el tiznado barullo de un fondo de boceto.
Y luego, alrededor de tres lívidos prisioneros
Que andan descalzos, el grueso de los altivos guardianes,
Camina, erguida sus armas, como rejas de rastrillo,
Brillando a contra luz las lanzas del aguacero.





MONTA SOBRE MÍ
COMO UNA MUJER


Monta sobre mí como una mujer,
lo haremos a "la jineta".
Bien: ¿estás cómodo?...  Así
mientras te penetro -daga

en la manteca- al menos
puedo besarte en la boca,
darte salvajes besos de lengua
sucios y a la vez tan dulces.

Veo tus ojos en los que sumerjo
los míos hasta el fondo de tu corazón:
allí renace mi deseo vencedor
en su lujuria de sueños.

Acaricio la espalda nerviosa,
los flancos ardientes y frescos,
la doble y graciosa peluquita
de los sobacos, y los cabellos.

Tu culo sobre mis muslos
lo penetran con su dulce peso
mientras mi potro se desboca
para que alcances el goce.

Y tú disfrutas, chiquito,
pues veo que tu picha entumecida,
celosa por jugar su papel
apurada, apurada se infla, crece,

se endurece. ¡Cielo!, la gota, la perla
anticipadora acaba de brillar
en el orificio rosa: tragarla,
debo hacerlo pues ya estalla

a la par de mi propio flujo. Es mi precio
poner cuanto antes tu glande
pesado y febril entre mis labios,
y que descargue allí su real marea.

Leche suprema, fosfórica y divina,
fragante flor de almendros
donde una ácida sed mendiga
esa otra sed de ti que me devora.

Rico y generoso, prodigas
el don de tu adolescencia,
y comulgando con tu esencia
mi ser se embriaga de felicidad.




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